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martes, 28 de junio de 2011

Padres, hijos, Kate Middleton, lady Di y por ahí (Relato)


      
     Tenía que ir yo mismo al centro el otro domingo a recoger al mío figlio, que se examinaba de inglés en uno de esos paraoficiales centros que su graciosa Majestad Británica tiene por todo el orbe repartidos. Bueno, no se le da al chico del todo mal, y en esta academia –por no tanto dinero- han conseguido que no aborrezca el idioma de Shakespeare y de los Sex Pistols. Le digo yo, en plan folletón decimonónico, “apenca, hijo mío, porque con el dominio del inglés… tendrás la llave del mundo en tu mano”. Me mira entonces mi hijo y se encoge de hombros. “Claro, como tú controlas tanto inglés”, me replica. Se sopla de lado el flequillo melenudo y me deja luego con la sentencia en la boca, sin decir diciéndome que le deje mucho en paz. Él quiere sobre todo aprender inglés… ¡para no sentirse del todo perdido en el Japón!, que es El Dorado que por el momento le tiene, a través de la figura interpuesta de una amiguita japonesófila con la que se habla por el Internet, algo nublada la voluntad. Quiere luego atreverse con el mismo idioma japonés, aunque comprende mi criatura que por el momento es tarea esta que excede a su capacidad, lo que no obsta para que a todas horas porfíe en los cuadernos escolares con misteriosos pictogramas en la lengua nipona, que acaso le ordene memorizar como inexcusable prueba de devoción la amiguita de los manga. ¿Qué sabemos en realidad de nuestros hijos? ¿Qué japoneses denuestos no dedicará a su padre en esos puntiagudos garabatos como recién afiladas dagas?
    
     Además de lo del inglés siempre ando yo encareciéndole a mi hijo que module sus andares, que son sus trancos por la calle, cómo decirlo, un poco deslavazados y desparramados, con algo de bamboleo gorilesco en los mismos. Ya comprenderán lo mucho que esta reconvención encabrona al mío figlio, que suele ojerizarme en estos casos con muy reconcentrada aversión. Le digo yo entonces, sin duda para mortificarle en un grado más, pero consciente a la vez de mi inexorable responsabilidad paterna, que claro, si domina ya lo básico del idioma inglés, si tiene las claves del Planeta a su alcance, es que es entonces… todo un gentlman por dentro ya casi, y que muchísimas ventajas más le esperarían, incluso en el mismísimo Imperio del Sol Naciente, si al british acento en la voz acompañara en el desenvolverse el legendario porte y la innata elegancia vertical de los hijos de la Gran Bretaña y del Corte Inglés, “pues de lo contrario, hijo mío, los japas pensarán que eres tú un impostor, y ellos, tan ceremoniales y rígidos de consuno, permanecerán impasibles en tu presencia, vamos, que no harán puto caso a las empresas que allá tú  lleves, Marco Polo mío”.   Ah, cómo le hierven de odio paterno entonces a mío figlio los suyos ojos. Le doy yo luego un cachete y cinco euros, queriendo así solucionar con gracia la afrenta, acaso cebando más la natural traca de animadversión que los hijos guardan siempre a esas adolescentes edades hacia sus padres. ¿Odiaba yo hace dos mil años al mío padre? Seguramente sí.
     Esa misma mañana se lo había yo una vez más recordado, “suerte, hijo… y camina recto, no lo olvides”. “Joooder”, me replicó él y se fue contrariado a su examen. También yo es que soy la polla records, I know. Y ahora estaba yo allí, cuatro horas later, sobre la cera de la academia junto al resto de padres, esperándole a la salida, con los dedos cruzados como un bobo y caminando medio histérico sobre esos cinco metros pacá-y-pallá, como en el patio de una cárcel, deseando que le hubiera salido bien la prueba, y que así la gracia de su graciosa Majestad, o de Kate Middleton en su defecto perfecto, desde algún rincón propicio de Buckingham Palace nos extendiera su first plácet. Y andaba yo así, con los dedos de ambas manos engarfiados, en tan poco flemática pose, cuando alguien tocó mi espalda. “Jose, tío,…no me jodas… pero qué haces tú aquí”.
    
     Por los clavos de lady Di, q.e.p.d., allí estaba ¡Edmundo! mi gran amigo de la Universidad, a quien no veía yo como poco desde hacía más de doce años. “Para un poco, tío, que parece que estás en la antesala del paritorio”, me reconvino él con amabilidad. Joder, qué alegría encontrarme allí a Edmundo. Mi gran amigo de la Facul. La de veces que a las tantas habíamos arreglado el mundo mano a mano sobre un Mini de rica cervecita, dorada como el oro puro de nuestra amistad, compartida por los antros de los bajos del madrileño Aurrerá. Hum, el aroma embriagador de aquellas noches de bohemia y de ilusión me acarició como brisa milagrosa levantada de la nada un instante el rostro.  Resulta que su niña, de la misma edad que mío figlio, exáminábase también de inglés. Ah, el sobadote kleenex del mundo volvía así por sorpresa a anudarnos a ambos en uno de sus infinitos gurruños. “Jose, cabrón, estás igual”, me dijo Ed, mirándome directo a los ojos desde su altura, como siempre hacía él. Y sin embargo, bien sabíamos los dos que no era así. Hace doce años mis hermosas greñas alteraban las fases de la Luna, que no quería Selene por nada perdérselas; ahora… mejor dejémoslo.
     Era él quien de forma asombrosa aparecía ajeno por completo a los estragos del Tiempo: espigado, bien parecido, con su rostro anguloso de galán de Hollywood, un Matt Damon de Moncloa Sur,  a la vez distinguido e imperturbable como un lord. Nos palmeamos fuerte a la altura de los hombros. Hablamos un rato: a los dos nos va… regular. Y cómo habría de irnos, si la vida es una eterna promesa que, por propia ley suya, acaba siempre en fracaso. Siempre hay una distancia irrellenable entre lo que, ingrávidos, soñamos un día y el irrestañable abofeteo de realidad que los años procuran. Al menos conservaba mi amigo, de momento, su legendaria apostura.
     
      En éstas salieron justo entonces en tropel los cachorros pequeñoburgueses que habían finalizado su pequeño juicio isabelino. Fue curioso, porque aquel grupito de treinta o cuarenta yogurines que acababan de examinarse, unidos por la argamasa de la experiencia reciente, -dos horas largas de oral y escrito examen-, se demoraban charloteando entre ellos a la puerta de la academia, sonriéndose mutuamente, componiendo sus primeros gestos adultos cara a la galería que éramos entonces sus padres,  como si se conocieran también ellos al menos desde hace una docena de años, apurando la aventura de sentirse mayores y autónomos ya, un grupo matriz en sí, y no las simples filiales de los viejorros que, al otro lado de la verja asistíamos algo atónitos, haciéndoles vagas señas de apremio, al alegre compadreo de nuestros retoños. “Míralos, y no tienen prisa, hay que ver”. 
     Qué paisaje costumbrista de un Turner urbano acabó por formarse allí: delante de la pretenciosa Academia de rosados muros recién pintados, sobre la gris acera salpicada de frondosos árboles entre los que los rayos del sol apenas podían entrometer su lanza, los unos a la sombra ya de su propia madurez, los otros refulgentes de juventud al pleno sol, los dos tan distintos grupos separados por una verja… y por mucho más. Me pareció como si entonces el Tiempo, el jodido meridiano de Greenwich percutiendo en el Big Ben, hubiérase detenido. Podría lady Di, q.e.p.d., habérsenos allí aparecido y servirnos a todos un inolvidable té, con el limón refrescante de aquella pícara sonrisa de ojos bajos.  
     “A que adivino de entre todos quién es tu niña”, me aventuré entonces a soltarle a Ed, deseoso de presumir ante mi amigo de mi enorme intuición escritora. Sobresalía del grupo una adolescente morena, muy alta y estilizada, de ojos almendrados y trazas de futura miss. Más, mucho más guapa que Kate Middleton. Giraban un poco todos sin darse cuenta alrededor de ella, como rindiéndole involuntario homenaje. Sonreía ella sin descomponer ni un instante un aplomo insólito para esa edad. “¿A qué es esa, eh, Ed, a que sí?”.  “Jose eres… mooi bueno, acertaste, capullo…” “¿A que te adivino yo ahora quién es tu hijo?”, me devolvió rápido él la estocada. “A ver, a ver, listillo”, le emplacé yo a Ed, anhelante de que mylord allí patinara y partiérase simbólicamente la crisma. Mio figlio me saca cabeza y media y gasta unas melenas sesentayocheras, de estrella del rock…japonés, así que me sentía yo ganador ya de la vaina. No se tomó Ed más de tres segundos: “el de la camiseta negra con letras japonesas, ése es”. 
     “No me jodas, Ed”, le respondí desolado, “…cómo pudiste calarle”. Pero más helado acabó por dejarme la aplastante explicación que vino después, “pero, tío, si es clavado a ti, si es que se mueve, gesticula, camina, anda igualito que tú”. “Ed, GRANDÍSIMO SON OF BITCH  POR SIEMPRE TÚ SEAS”, era todo lo que me repetía por dentro entonces, tras la radiante sonrisa de aprobación que regalaba yo a mi mejor amigo, allí felizmente reencontrado. Se deshizo al cabo el grupo de los yogurines en festín y caminaron nuestros hijos hacia donde estábamos. Observaba yo a mi hijo acercándose, sus andares arrítmicos y sin compás, un poco palurdos, reverberaban aún por entre las hojas de las acacias las notas del reciente “se mueve igual que tú” de mi amigo, y a mi hijo se le veía contento, acaso por ir al lado de una niña tan guapa y naturalmente elegante. Tuve ganas de salir corriendo a su encuentro y abrazarles, aunque es posible que la británica compostura que exhalaba el edificio fuera la que me disuadiera de hacerlo.
     
      Llegaron al fin los niños a la nuestra vera. Me sacaban a mí los tres más de medio metro. Debía parecer yo un pitufo entre gigantes. “¿Qué tal os ha ido, chavales?”, les inquirió con diplomática energía Ed. “Bien, era fácil”, dijo la niña, y  besó en el mentón a su papi. “Bien, bien, pero hasta julio no sabemos nada”, le contestó mi hijo. Nos estuvieron contando cosas del examen durante un buen rato. Se nos hacía ya tarde a todos. Nos despedimos de ellos intercambiando telefónos y prometiendo volver a vernos muy pronto.
      A solas ya con mío figlio noté yo que recobraba enseguida él su habitual adustez hacia mí. La revelación de Ed, que ahora se había posado en mi entendimiento, me había dejado también a mí hecho papilla. Pobre chaval mío, había estado yo dándole a base de bien la vara durante los últimos años y con acritud a costa de un pecado que era mío. ¿Cómo se disculpa un Padre ante su hijo sin hacer el ridículo? Caminábamos hacia el coche y existía como un metro de de insalvable distancia y de silencio entre nosotros. Sólo reducían en algo ese hueco los naturales penduleos de nuestros pasos toscos. Necesitaba pedir perdón a mi hijo. Bueno, me acordé de una escena maravillosa de “París-Texas” de Wim Wenders y, agobiado por la premura de restañar la herida abierta, decidí literalmente fusilarla. También había allí un padre deseoso de ganarse el perdón y la estima de su hijo.
     Igual que el protagonista en aquella peli, ante la sorpresa de mi hijo, crucé hacia la acera contraria y me situé justo enfrente de él. Seguíamos avanzando hacia nuestro coche aparcado. Por suerte apenas había viandantes a esas horas caniculosas. Igual que aquel prota,  adecenté cuanto pude mi indumentaria, estiré  mi osamenta y enderecé hasta el límite mi porte, como si me hubiera de golpe tragado una espada y  todo un señor caballero tory, más tieso que una vela,  con los pulgares en los bolsillos de mi inexistente chaleco, paseando su ceremonial imperturbable por la misma City yo ahora fuera. Me miraba él, desde el otro lado de la calle, con ojos alarmados. Igual que en la peli, llevando un paso más allá, hasta la farsa, la imagen acartonada del estilo victoriano y señorial, exageraba los ademanes tiesos, como uno de esos robóticos soldados del cambio de guardia del célebre palacio inglés. Quise, como en la peli, incluso caminar así de espaldas, saludar firme con el bombín que no tenía y que me viera mío figlio hacer todo serio yo el tonto, por ver si de esta manera conseguía una sonrisa suya. En vano, porque sólo de reojo seguía él mis grotescos estiramientos al otro lado de la calle, como si quisiera no del todo reconocerme.
     
      Notaba yo, mientras prolongaba in extremis el numerito, que mi repertorio estaba llegando a su fin, que no lograba nada, y qué es lo que iba a hacer luego yo. Por suerte –y esto ya no estaba en la película, en la que el padre conseguía con esta maña el aprecio de su hijo- di entonces una mala pisada que acabó con mis torpes miembros rodando por los suelos en, ésta si que sí, penosísima estampa. Ostias, mínimo un esguince, pensé retorciéndome sobre el asfalto. Un coche frenó, unas voces lejanas de alarma se levantaron, unos pájaros salieron en desbandada. Llegó entonces a donde yo yacía mi hijo, haciéndose cargo, con tranquilizadores gestos ante los transeúntes, de las riendas de la situación. Traía la cara congestionada por las risas. “Papá, qué guarrazo te has pegado, indeed you are very silly… ¿estás bien?”. 
     Bueno, no era un esguince, y podía yo caminar de sobra, pero dramaticé todavía un poco, sólo para agarrarme al brazo de mi hijo y que éste pasara el suyo por encima de mi hombro hasta alcanzar el coche. Y ya dentro del mismo, mío figlio, como si fuera  tras todo lo ocurrido ahora él mi padre, con ojos soñadores me dijo, “creo que voy a aprobar el first… oye, ¿sabes? andamos los dos un poco de puta pena, ¿eh?, eso tenemos que mejorarlo, por cierto… que…cuándo vamos a quedar otra vez con estos amigos tuyos, no veas, papá, qué inteligente es la niña”. “Ya, ya”, le contesté.  Suspiré y miré a través de mi ventanilla antes de arrancar. Sí, en ese momento el Sol, que ya no era naciente, estaba tapado por una alta torre y desde allí su imperio parecía menguar un poco. Me dolía un poco el tobillo hinchado. No sé bien por qué, pero golpeó de nuevo  mi mente en ese preciso instante de nuevo la imagen de Lady Di q.e.p.d., de su pícara sonrisa de ojos bajos.
    
         

lunes, 27 de junio de 2011

Orwell y Garitano, por Guipúzcua de la mano


     
      Quiere uno, con sus dudosos medios, abandonar por unos días la Politicorra, y rebosante el corazón de infinitas ansias de belleza, cantarle a los ríos y a los montes, e incluso componerle un himno a la eléctrica agilidad de los verdes saltamontes, pero la actualidad es un potro desbordado que me cocea el rostro en su bárbaro galopar. Es Politicorra, lector, sí, pero es también el espacio sagrado en que se dirime la Libertad. Está además el conocido verso de Gabriel Celaya, que tanto canturreara entre mecheros encendidos de indignada conmoción in illo témpore Paco Ibáñez, que maldice la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales, que lavándose las manos se desentienden y evaden. No puedo yo, ni quiero, lector mío, evadirme de los graves episodios nacionales que ante nuestros ojos uno tras otro estallan.
     Accedió, como lista más votada, al Poder guipuzcuano la franquicia filoetarra de Bildu. El resto de los partidos sí se desentendieron, hiciéronse los neutrales y  les concedieron ese lujo. Malditos por ello, en lógica celayana, deberían por siempre ser.
      
      Veamos la imparable secuencia posterior: gritaron por la Independencia vasca (es decir, por la desmembración de España, sin que conste que a Maese Sala se le pusiese de gallina la piel), acosaron y amenazaron de muerte a representantes populares en varias localidades, dictaron inmediatas medidas para hacerles la vida aún más difícil a los concejales amenazados, repoblaron las calles vascas de sus totalitarios y nauseabundos pasquines, empezaron, contra la ley, a retirar de todas partes la bandera constitucional, y si un grupitos de Indignados gritó “Borbones-a-los-tiburones al paso de los Príncipes, los filoetarras, no tan radicales ahora, se contentaron de momento, en bien simbólico gesto, con ordenar retirar la imagen del Jefe del Estado español del salón de plenos donostiarra.. No sé, podrían poner la de Jose Antonio Ortega Lara tras su paso por el paraíso abertzale al que ellos arrojaron, a ver que tal. O mejor, la de Txapote, ese idealista, mucho mejor, dónde va a parar.
     
      La sesión para la elección del Diputado General de Guipuzcua resultó especialmente tenebrosa. Por si quedara alguna duda de la filiación batasuna, es decir, etarra, de la Cosa Bilduitarra, los históricos Joseba Permach y Rufi Etxeberría –siniestro autor este último, durante los peores “años de plomo”, de la criminal ponencia que abogaba por la “socialización de la violencia”, que pedía a ETA, y que ésta llevó de inmediato a cabo, la liquidación física de los representantes populares opuestos al separatismo- asistían complacidos entre el público, como postulantes sumos de Martín Garitano, a la ceremonia. Bendecían así a Garitano, que iba el pobre, puño altísimo, claro, a saltar el monte y la caja de piedad de un tajo.
     Éste, aunque podría también decirse que tratábase tan sólo de un simple detalle, portaba en la solapa para la trascendental ocasión una bien simbólica Insignia Habilitante: un pin en la chaqueta en el que figuraba el número de recluso de Arnaldo Otegui, queriendo asociar, sin dejar puntada etarra sin hilo, sin duda a este grandioso “hombre de paz” -que de él dijera alguien de cuyo nombre no quiero acordarme- a similar estatus de padecimiento y persecución al de los prisioneros judíos de los campos de exterminio. Le faltó ya digo, el pin de Ortega Lara. De suerte que, así ataviado, a todas luces se coordinaba en perfecto convoluto el profundo impulso ético del espíritu discursivo de Garitano con la indumentaria misma, en redundante armonía previa ya con las angelicales facciones, claro espejo de esa noble alma, que al Señor distinguen.
     
      Anunció así Garitano que se abría tras él, claro, una nueva Era verdadera. Prodigó ofrecimientos a embarcarse en la misma a todos los allí presentes. Pero el delirio empezó a tornarse dantesca pesadilla cuando  pidió al PP vasco… “que no haga política de consigna”, uno, “que asuma la responsabilidad de enrolarse en la PAZ”, dos, y sobre todo, en el clímax demenciado de aquel real aquelarre, “…que tenga la VALENTÍA de enrolarse a la nueva era”.
     “¿Y encima nos pide valentía? Manda huevos. Sea usted valiente y pida a ETA que se disuelva”, le replicó el portavoz popular, sin que Garitano respondiera a esto nada. Garitano, ese Big Abertzale,  le hubiera, sin duda, exigido similar valentía también a Gregorio Ordóñez, a Miguel Angel Blanco, a tantos otros, instantes antes de que Txapote les hubiera destrozado de un pistoletazo la nuca. Hay que reconocerle a Garitano, eso sí, que ni al genio descomunal de Orwell se le hubiese ocurrido avizorar, para el perfecto totalitarismo de su Big Brother, una escena cuajada de mayor abyección. Cómo, después de algo así, ponerse uno, lector, a hacer poesías.
          

sábado, 25 de junio de 2011

Golondrinas para después de la Tabarra

     
      Sé de sobra, predilecto lector, que la Política estraga, que termina por aburrir, que no siempre saca lo mejor de nosotros, que nos impide prestar atención a todas las otras hermosuras y fealdades que también nos rodean y sobre las que mejor debiéramos escribir. Que nos hace unidireccionales y cansinos. Lo sé y te agradezco entonces, y como tú no lo puedes saber, el que con todo y con eso me sigas un poco. Que a pesar de no estar de acuerdo del todo conmigo me prestes tu atención, que ese pequeño detalle es, como diría Scarlett, beso y caución diarias e impagables para mi pobre alma adolorida.
     Verás, tiempo habrá, si sigues a mi lado y lo peor de la política no acaba por anularnos, de rendir cuenta de toda la belleza y el horror que se agitan por el mundo circundante. Siempre ha sido así, belleza y horror, bien y mal coexistentes, y me temo, a despecho de las juveniles ansias Indignadas, que siempre así será. Decía Alejo Carpentier que siempre los humanos anhelamos un trocito mayor de cielo de aquel que nos es dado contemplar o tenemos delante. Añadiría yo, porque estoy en il mío blog, que además, queriéndolo o sin querer, perseguimos también  un mayor espacio de infierno, porque sin el instinto zahiriente y agresivo hacia uno mismo y hacia los demás no se entiende tampoco a los humanos. No somos ángeles, y eso es lo que nos pasa.
     Si pensaba Gide que con buenas intenciones sólo se hacen malas novelas, añado yo, sólo osado en mi covacha, que a menudo con las mejores intenciones se construyen –se han construido- los peores políticos regímenes. De esa desconfianza preventiva, de ese pesimismo antropológico –tan en las antípodas zetapeicas- se nutre sobre todo el cimiento de mi liberalismo, por parecerme su doctrina la menos dañina posible de las que en la práctica –no en la teoría- conozco.
     
      De manera, lector mío, que a menudo me apetece a mí también mandar por dónde amargan los pepinos teutones a las querellas políticas, y escribirme y escribirte de las nubes, de sus formas caprichosas e inauditas, de las copas doradas de los álamos, de las golondrinas becquerianas, de esos sueños inverosímiles de rodar ladera abajo sobre valles de frondosa hierba que de pronto me asaltan, en fin, de la extensión inacabable del compás de la luz sobre los campos y los cielos en el curso de estos días casi infinitos. De todas esas cursiladas, ay, un poco zetapeicas.  Abrir aquí, de la manera que uno sea capaz, el abanico precioso de esos otros horizontes, más reales quizás, sólo para ti y para el muá.
      No sé. También a la vez me imagino a muchos de estos sinceros idealistas de la Indignación, que vienen eufóricos de una manifestación, de una protesta, de su lucha colectiva por ese mundo mejor en que ellos a pies juntillas creen, poseídos de esa efervescencia y esa certidumbre de hierro que el disolverse en una masa da, esa fe contagiosa y ardiente en la batalla que uno siente al compactarse en una masa, venir aquí, leerme de soslayo y pensar… y este cantamañanas fachoso, sin moverse de su jodido sillón, está más ciego que el diputado del otro día, con lo que tenemos encima. Es natural que así piensen. Las cosas son así, y no siempre tienen sencilla solución.
      
     Ocurre, amable lector, que en uno son las ideas políticas genuina pasión. Por eso decidí estudiarlas en la Universidad, trabajando en otra cosa a la misma vez, igual que miles de semejantes míos. Me entristece un poco el supremo mandamiento que desde hace mil años pulula en el ambiente intelectual: si tienes ideas de izquierdas y escribes de política, amigo mío, eres tú un escritor comprometido (más el cúmulo de humanísimas cualidades sin fin que ello gratis et amore te regala, por mucho que incluso abyectas tiranías defiendas); ahora, si piensas tú en liberal y escribes de política, de jodido fachuno defensor de los poderosos, hagas lo que hagas, no pasas. Como diría Mou, el portugués, que no Mao, aquel otro poeta genocida, ¿por qué?
     Sucede además, lector mío, que no todos los años se asiste nada menos que a los fulgentes chisporroteos de una revolución, la Spanish revolution, y el conglomerado de pasiones y pulsiones que la misma levanta obliga a muchos, me obliga a mí al menos, a tratar de, entre sus fulgurantes llamaradas, orientarme. Nuestro país, nuestra nación, bordea a mi parecer un amargo precipicio, y aunque un triste blog no pueda ir más allá de producir un levísimo hormigueo en el tobillo de la diosa de las ideas dominantes, no renuncio a ello. Además, que creo yo ya mucho más en ese mínimo hormigueo, sensual aunque inofensivo, pantorrilla arriba de las diosas, que en el sexo puro y duro, inserto entre las profundidades del corazón de las tinieblas de semejantes beldades.
    
      Y nada, que quería a mi manera hoy un poco explicarme y explicarte tanta tabarra politicorra mía, agradecerte una vez más tu eterna paciencia with me y seguir solicitando tu mano para con respeto tomarla entre las mías, que un blog es también eso, creo, el saludo casi diario entre fracasati que entre sí un poco se siguen y se enseñan sus respectivas cosas. Y que habrá sin duda, caro amico, y pronto, tiempos y nubes, y cielos y campos, y golondrinas mejores que estas que ahora tanto nos perturban.  
     

jueves, 23 de junio de 2011

Elegía mía por Little Carmona


     
      Verás, Little Carmona, hoy, que nadie velará tu fiasco, yo, una nada bloguera y facciosa encima, me acordé de ti. ¡Poor Little Carmona, con todos tus “ámbitos” a cuestas, que nada pudiste frente a los crueles espolones de Big Faisán, por aclamación proclamado Candidato ya! Consulté tu blog, por lo de la legendaria fraternitad bloguera, quise hacerme seguidor del mismo, dejarte un guiño en el alma, como Scarlett, comprobar si en la soledad del blog al menos habías derramado una futiva lágrima por tanta pena que ahora seguro te consume. Ni ese desahogo mínimo te has podido permitir. ¡Poor Little Carmona! Tus dulces sueños arrumbados, tu ideal aniquilado, tu menestral utopía arrasada desde los alcotanes sobrevuelos de Big Faisán. ¿Qué se hizo del no menos legendario talante levantisco y contestatario de las bases socialistas, esas de verdad honradas huestes que viven de su trabajo y no pastan sobre la mamandurria de los públicos presupuestos? ¿Por qué no acudieron en tu auxilio, que, pese a tantos ámbitos tuyos, no era sino socorro del débil? Te imagino ahora, noble Little Carmona, la frente caída, sueltos los aladares, acaso doblemente indignado, como el que acumula en su persona una dúplice opresión. 
     
      También a ti un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal del Aparato Faisanesco te ha derribado. Te exigían tropecientos mil avales en quince días sin dejarte ni el censo, una tarea que ni la medida de un Aquiles hubiera podido culminar. Verás, no es que quiera uno, como Miguel Hernández, minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera, no es eso; es que, al final, a despecho de los cientos de entorchados que adornan el piélago inacabable de tus “ambitos”, paréceme reconocer en ti una suerte de fracasati bien similar a la mía. Que por muchos sabores a canela y aún a chocolates que en la miel de la vida te hayan tus infinitos ámbitos procurado, no paladeas ahora, Little Carmona, sino un triste y duradero sabor a hiel. Hay algunos que llevamos en el rostro el fracaso, incrustado en él como una máscara inquitable, por detrás incluso de las más efímeras treguas.
    
     Nada une más que la argamasa del fracaso. Lo sabes bien tú.. “Hablo con la autoridad que da el fracaso”, que decía Scott Fitzgeralg. Mira tú, José Carlos Carmona, si ahora, juguete roto de las bases socialistas en que te han convertido, no puedes inaugurar conmigo, como en la peli aquella de la Bergman –la amo, la amo, esa calavera besar sí quisiera- el principio de una gran amistad. Entra en mi blog, que “por los altos andamios de estas flores, pajareará tu alma colmenera”. Deja a Big Faisán que siga, como siempre, amancebado con el Poder, que sin el mismo es él Nada, con todo cuanto tú en cambio eres. Tienes aquí, en esta ruin covacha, Little Carmona, que lo sepas, mi mano, encurtida como la tuya entre las amargas cáscaras del fracaso.  A la alada alma de este maltrecho blog  yo te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, companiero del alma, compañero. Que por cierto, no sé si sabes, que tengo yo un hatajo de muy románticos relatos vírgenes y quizás tú pudieras…

martes, 21 de junio de 2011

Javier Sardá, Ángeles Caso, yo mismo



     
      A los penúltimos que me he encontrado “solidarizándose”, por supuesto, en términos entusiásticos con los de la Spanish Revolution han sido al inefable Javier Sardá, ese homeless, y a la impar novelista Angeles Caso, que para variar, apalancóse también para ella hace poco los cien kilitos del Premio Planeta. Vamos, dos insignes luminarias del star system, del Planet Hollywood patrio, diríamos.
     Veamos, aunque no debería ser necesario precisarlo: una parte de las demandas del 15-M son, a mi juicio perfectamente defendibles: listas abiertas, modificación de la ley electoral para hacerla, entiendo, estrictamente proporcional, -habría que escuchar entonces la que liarían los nacionalistas- independencia del poder judicial frente al político, lucha frontal contra la corrupción, la puesta en cuestión de los privilegios de lo que se va conformando como Casta por parte de los políticos profesionales. No son originales del 15-M. Muchísimos analistas así lo habían diagnosticado. Es igual: con sólo esas ideas-fuerza perfectamente pueden formar un partido que obtenga en los próximos comicios los apoyos electorales necesarios para revitalizar y poner patas arriba con toda la legitimidad del mundo el panorama político. En parte Up y D en Madrid ha cosechado la primicia de ese impulso regenerador, que no es original del 15-M. Lo propio de éste, y lo que uno, que es menos que nada, censura, es el método asambleario, la reclamación exclusiva sobre sí de la soberanía popular, la ocupación permanente de las calles, terreno abonado todo eso para los totalitarismos y las, a mi juicio, empobrecedoras medidas económicas que proponen.
    
     El idolatrado ejemplo islandés, aparte del enjuiciamiento del anterior gobernante –no de la oposición, que yo sepa-, no se está llevando a cabo a través de acampadas callejeras, ni de la exigencia de la liquidación del sistema de partidos en pro de una democracia en todas las cuestiones directa. Habrá que analizar en qué termina el proyecto de la nueva Constitución anunciada, que no se está realizando, creo, en ningún ambiente convulso de algaradas y de urgencias inaplazables.
     Dicen que PP y PSOE lo mismo son, y habría que conceder a Rajoy, al menos como al peor de los delincuentes, si el voto de los españoles así lo decide, el beneficio de la duda, o sea,  la oportunidad de demostrar de lo que, en orden a las inaplazables reformas señaladas, es, o no, capaz de desempeñar. El PSOE de ahora y el de las vísperas de Aznar sí que son, en mi opinión, calcados: paro masivo, desempleo juvenil asfixiante, bancarrota de la Hacienda pública y desesperanza colectiva. No son lo mismo los cinco millones de parados de ahora y de antes de Aznar que los cinco millones de empleos que se crearon después. No pueden en ningún caso significar lo mismo la ruina general y las arcas públicas repletas.
     
      Cómo no va a comprender uno la rabia y la desesperación de quienes han perdido su trabajo y su casa, por más que racionalmente no se compartan las medidas que reclaman. Es curioso, porque bastaría decirse uno… vale, estoy con los Indignados, para automáticamente respirar aliviado y decirse, uff,  bueno, estoy con los humildes, con los pobres, con los puteados, patatín, jooder,  ya no soy el enemigo del Pueblo, que diría Ibsen. Claro, la gente que vota a la Derecha, por definición, no es Pueblo. Uno vive de su trabajo –y es odioso tener que explicar esto- y tiene sus ideas, y siendo nada, y porque las cree mejores, las defiende ante los veinticinco que le leen.
     Dicen, algunos del 15-M, revolviéndose cuando se les echa en cara alguna acción violenta, que violencia también es la del Sistema, que hace a miles de ciudadanos no llegar a fin de mes cuando otros muchos se forran. Qué decir entonces de la violencia existente en el resto de los países del mundo no capitalistas. Vendría a ser ésta, como dice Sampedro, la hora de la repartición.
     
      Pero que encima vengan los eminentes triunfadores del Sistema a pasarles paternalmente por el lomo a los del 15-M la complacencia de su supuesta complicidad, que a nada de verdad les compromete, cierra el círculo eso, a mi juicio, de la más cínica miseria moral imaginable. ¿En cuantos miles de millones se cifra el monto del patrimonio acumulado, también sobre el sudor ajeno, por Sardá? Yo defiendo que Sardá gane conforme a ley cuanto pueda, pese a que le censure todo su talento malgastado en ser el rey de la Telebasura, que tanto daño social ha hecho. Son los del 15-M quienes deberían combatir su bárbara riqueza. Sardá les hace un poco la bola, y a otra cosa.
     ¿Qué decir de Ángeles Caso? Decía Caso en tono complaciente y hasta admirativo lo mismito que uno sostiene en plan escéptico: de las filas directivas del 15-M saldrán los futuros gobernantes, los próximos ministros de la élite. Si existe un galardón que representa una estafa colectiva y una especulación agiotista y plutócrata elevada a la enésima potencia es el que ella se aprestó a negociar y recoger. ¿Entonces? Qué curioso el que se le niegue el pan y la sal a las ideas y hasta a la persona del tendero de la esquina y se venere a estos ejemplares soberbios de la impostura. Son los progres multimillonarios, sin duda, los héroes de estos Tiempos de la… eso que tú y yo sabemos, querido lector mío. 

domingo, 19 de junio de 2011

Quieren degollar a José María Agüeros, a Cristina, a Idoia




     

      
       

                                                                                                                                                                     Terminaba sin incidentes el pleno de la constitución del nuevo ayuntamiento en la bilbaína Basauri. No habían tenido problema alguno los ediles para entrar. No había llegado hasta allí la marea universal de la Indignación. No estaba tampoco el audaz reportero del Washington Post que bautizó la Spanish Revolution. Hay silencios que lo dicen todo. El nuevo alcalde peneuvista, que tras el voto ciudadano sustituía a la coalición socialista-popular, dio por concluida la sesión. Pero al abandonar el salón, ya en el exterior, se desató el acoso. Unas cien personas, con maneras iracundas y muy desencajados de facciones, empezaron a gritarles… a los constitucionalistas. “Fuera la bandera española del balcón, fuera ya”, vociferaban. Al portavoz popular, Jose María Agüeros, se le ocurrió contestarles que mejor debieran trasladar tan urgente anhelo al nuevo regidor. Mas le hubiera valido, acaso, permanecer calladito. Se desató entonces allí en toda su extensión la embestida gritona.
     
      Empezaron a insultarles, a llamarles ladrones, a chillarles con que se fueran para Burgos, con que sabemos dónde vivís, os queda poco, a hacer, frente a ellos y a ellos dirigido, el típico gesto de rebanamiento del pescuezo, de vamos a acabar con vosotros, en fin, a amenazarles con la muerte. El presidente del PP vasco, Basagoiti, que denunció ante la Ertzanza los hechos (como los de Elorrio, como los de Murcia, como en San Sebastián, donde tuvieron que salir por una puerta trasera) afirmó que a Jose María Agüeros le soltaron a escasos metros de la cara que “le iban a degollar”. De no ir Jose María, Cristina, Idoia, los tres representantes populares, protegidos por los guardaespaldas, es sencillo imaginar lo que en Basauri hubiera ocurrido.
     
      Los tres concejales populares, pese a todo el ecosistema reinante elegidos como tales por el voto secreto de sus vecinos –imaginemos los prodigios que obraría allí el sistema asambleario- se vieron obligados a meterse raudos en los coches, en evitación de males mayores. Cristina e Idoia sufrieron crisis nerviosas. ¿Podemos imaginar como es “hacer política” cada día en tales contextos?
     Una nueva agresión cobarde que una vez más recuerda demasiado a las públicas “sesiones de castigo” que los fanáticos guardias rojos, heraldos, cómo no, de un verdadero mundo nuevo, protagonizaron por millones para la historia de la Infamia Universal, en uno de tantos criminales vaivenes de la revolución maoísta.
    
     “Igual desde Madrid se ven las cosas de otra manera. Aquí es donde verdaderamente piensas en tu familia, en tus compañeras. Me siento acosado y amenazado. Esto… es muy duro”, dice José María Agüeros.                                   

viernes, 17 de junio de 2011

Quieren robarle el perro-guía a un diputado ciego




     
    
     Le acosaron, le insultaron, le zarandearon. No les podía ver, claro. Sólo sufrir el aturdimiento natural ante el infierno de los alaridos amenazadores sobre los mismos oídos. “¿A que os damos miedo?” “Os mataremos”. ¿Cómo imaginaría él, en su ardiente oscuridad, en su inimaginable desamparo, esos rostros que así le acechaban, esos aspavientos rabiosos cuyo encono en oleadas le llegaba a la propia piel?  Le acorralaron. Intentaron entonces robarle el perro-guía. Consiguió, como pudo, tirar con fuerza de la correa de su perro y alcanzar un cruce en el que había agentes de la Guardia Urbana.
      
     Como diría ahora con pose doliente uno de esos cantautores-protesta forrados, forrados antes, durante y después del Jardín de la Alegría zetapeico, plegando velas ahora, tras alentarles ayer, enardecidos de anticapitalismo ellos mismos, que les llevaban cervecitas, que loaban sus consignas refrescantes,  que siempre siempre están ellos con el Bien, dirán ellos ahora, tras la catarsis de la  “Catalonia Revolution”, un punto trágico el ademán, “…qué mundo nuevo y humano pueden promover quienes son capaces de emplearse con esa crueldad contra un ciego y su perro indefensos. Quienes eso hicieron serán todo lo representativos del Pueblo que ellos quieran, todo lo anticapitalistas y todo lo revolucionarios e idealistas que quieran… pero conmigo que no cuenten”. Y a otra cosa, mariposa bondadosa de la Rosa.
     
      Eso en el mejor de los casos. Porque, aunque parezca increíble, a la cineasta mayor del Jardín de la Alegría zetapeica, acaso la más bonita novia del mismo,  Isabel Coixet, excepto lo de las pedradas, le parece “bien” el acoso al Parlament. “No me parece mal que hayan pintado chaquetas”. Coixet es la del millonario Miguelin de la Expo de Shangay, qué guay, remember.  Convendremos entonces en que, como en la  plena consagración de la primavera en que nos hallamos, la Spanish Primavera del 2011 que dirán los revolucionarios libros del futuro, cerrando a la perfección el combinado entre azar y necesidad que los hechos inesperados propician, la Catalonia Revolution al menos ha hallado al fin lo que le faltaba, su gótica musa: Isabel Coixet guiando al Pueblo. Anda, Coixet, échate ahora tú con el ciego también, igual que Sabina con Esperanza, tu particular valsecito de la revolución. 
                                                      
                                                      

miércoles, 15 de junio de 2011

Quieren la cabeza de Carlos García

     



      
     Era su turno para hablar. Carlos tomó aire. Resopló. Carraspeó con debilidad, a medias para coger fuerzas, a medias para, muy a su pesar, descubrir su azoramiento. De qué le valía ahora haber pasado buena parte de la noche ensayando. No podía dominar el repicar del pie izquierdo. Durante un instante, como cuando se mira sin ver, atisbó su alrededor. Todo aquello que resollaba a su alrededor. Arrancó por fin: “Quiero… recordar aquí y ahora… a Miguel Ángel Blanco… a Isaías Carrasco… a Ignacio Uría, asesinados por ETA”. No pudo ya continuar, claro. Los silbidos e imprecaciones, contra él arrojados como una borrasca preparada, se lo impidieron. ¡Español! ¡Fascista! ¡Puñetero! ¡Hijo de puta! , los dicterios más ásperos atronaban en sus oídos. Se lo esperaba, sí, estaba en teoría preparado. Ya. Pero no es lo mismo. ¿Aguantaría sin inmutarse, controlaría sin pestañear el latido desbocado de la caja de su pecho, el vértigo sin fondo, el convulso aturdimiento  que le invadía? Los abucheos, ululantes como un mal viento, arreciaban.
        Aquella masa bufante y desgañitada que desbordaba el salón de plenos, con erguido puño en alto, como hacen los fascistas, -eso debe ser- púsose entonces por todo lo alto a cantar. No, no perseguían los cantores precisamente las dulces armonías vocálicas del canto, esas que esparciéndose purifican de sosiego una estancia. Al contrario, era como si quisieran abroncarle con las mismas notas borrokas del Eusko Gudariak, un canto convertido en piedra de lija que le tiraban a la cara. Son, ya se sabe, los Zorroklokos de la izquierda abertzale, que como sostuvo el hermano humorista del ex-ministro López Aguilar, creen que al presidente de la AVT le tocó la lotería el mismo día que la ETA asesinó a su hermano y a sus sobrinas. Ese es el humus en que se desarrolla una parte de la población, no se nos olvide. Son el Acorazado Peckinpah d´ajourdhui.  Notó Carlos entonces como si de golpe el techo del consistorio descendiera un metro contra él, a un palmo escaso de su cabeza.
     Y luego, al abandonar Carlos el Ayuntamiento de Elorrio, uno de esos pueblos poseedores de una belleza tan bucólica que parece irreal, hubo de ser escoltado, preso de nuevo  del violento vendaval de gritos e insultos de antes, contra él de nuevo proferidos. Incluso después de atender a la prensa, un grupo de hoscos abertzales volvieron a injuriarle con saña. “Una mujer me ha golpeado en la cabeza”, contaría más tarde Carlos, que presentaría luego denuncia por amenaza y coacciones. Puede que al hacerlo, para sus adentros Carlos se acordara de su conmilitón de Murcia, el consejero popular salvajemente ahostiado, de cuya investigación, como de la fuga de Troitiño, ese ángel de película de Sam Peckinpah, nunca más se supo.
    A unos pocos kilómetros mientras tanto,  en Lizarza, donde manda ahora la izquierda abertzale, la Autoridad competente, militar por supuesto, llegó.  En primorosa escena de, esta sí que sí, democracia real y directísima, la Bilduitarra Autoritas impedía ella solita la entrada de la prensa al salón de los plenos. La Autoridad era un tal “Txiqui”, tan de la izquierda abertzale y tan autorizado él que a la sazón resulta ser un etarra, en firme condenado como tal, título autorizante ahora donde los haya, a  lo que se ve. “Como sigas con la cámara, ya sabes lo que va a pasar”, cuentan los cronistas que dejó el prenda del menda allí resbalar. De manera que, helos ahí, Carlos García y “Txiqui”, el fascista hijode y el chiquilicuatre izquierdista y abertzale venido a más, el explotador y el libertador, el yin y el yang, le voilá, madames e messies, el mayor espectáculo del mundo.
     No, al ilustrísimo señor Sala, presidente del Constitucional, no es esto lo que le pone en púas su delicada piel, cual gallina ciega. A Hessel, a Sampedro, a Peces Barba, a Punset, no les he leido yo tampoco ni un mísero indignado artículo siquiera sobre estas  sabrosas anécdotas. Otros muchos ediles en toda España, que, elegidos mayoritariamente por sus vecinos, accedían por vez primera a la responsabilidad de la alcaldía, hubieron de ser protegidos tras ser injuriados y físicamente perseguidos. Dice ahora el grandioso Serrat, que ayer mismo hacíale cejitas al País de la Alegría de Zetapé, ese jardín donde quiere mi mami que vaya a ver si me sale la novia más bonita de España, investido también ayer honoris causa por la Pompeu i Fabra, que el 15-M ha sido… “un soplo de aire fresco”. Claro, gran Señor, como que la Tierra pertenece sólo al Viento, en cuyo seno de cuando en cuando se remueve una brisa bondadosa de paz y amor celestiales para los pobres del mundo. ¿Y el exiemplo del infante Carlos García, su Spanish Revolution en Elorrio, Don Juan Manuel? ¿Acaso no merece canción? 
     Pasando: todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar. Eso, pasar. Caminante Carlos García: no hay camino. Quieren tu cabeza. Que lo sepas.



      

lunes, 13 de junio de 2011

Cameron Díaz, vente pa España, tía


      
     Si los Indignados sobones de Indignadas –sólo de esos pocos hablo ahora, de su agónica reivindicación de un Eros desatado- quisieran en parte redimirse de lo suyo y de paso relanzar por las pantallas del mundo entero los brillos heroicos de la Spanish Revolution deberían, en fulgurante acción de comando,  secuestrar  a Cameron Díaz,  esa horrorosa starlette de Hollywood –ese nido de plutócratas judíos que controla y coloniza el ocio y el negocio del mundo entero, que acaso dirían ellos-, instalarla como reina en una de sus jaimas, y darle allí asambleariamente lo suyo, es decir,  lo que a ella, según acaba en público de confesar, por encima de todas las cosas la priva. 
     Dice ahora la boba Cameron, en plena promoción de su penúltimo bodrio, nada menos que… “me gustan los hombres muy primarios, que me hagan sentir una esclava sexual”, que “siempre viajo buscando sexo, mi deporte favorito”, que “una de las cosas que más me gusta es mantener relaciones sexuales con desconocidos en los baños de los aviones”, que “está ella siempre dispuesta para el sexo”, en fin, que se confiesa la criatura... “fanática de las películas porno”.
     
      Se trata de formidables estupideces calculadas, por supuesto, -y ni siquiera por esa tiparraca, o en exclusiva para que se hable de este film,  sino pensadas como gancho habitual por sesudos cerebritos de los estudios-  que invitan mucho a la risa, que casi hacen quedar mal a quien pretenda tomárselas en serio. Esa es la clave buscada: que nos sintamos como retrógrados todos los que critiquemos el desvarío, que le demos carta de naturaleza humorística a estas putrefacciones, y “entremos” de esta forma en ellas. Lo cierto es que es ésa la rastrera palanca que buscan sobre todo remover entre las audiencias. Se revela así una vez más con la más cínica desenvoltura la nítida regresión animaloide propiciada en estos Tiempos de la Mugre, puestas ahora incluso sus máximas en la boquita de las más angelicales e “inocentes” rubias, las mismas que Hitckock creía frígidas. Eso sería antes, don Alfred.
     
      No se imagina uno, desde luego, a la Hepburn o a la Garbo, a la suma distinción de su belleza, al inconfundible aura de su elegancia, propalando esas patochadas de camionero salidote, lo que no era óbice para que fueran ellas mil veces más libres en su privada existencia que estas adictas ¡al porno!, que resultan encima ser las más mundialmente admiradas y pagadas. La estulta estupidez de la Díaz sobre su afición al sexo con desconocidos en el baño de los aviones hace recordar aquella escena de Aterriza como puedas, con aquella larga fila de voluntarios abofeteando a una pasajera histérica, prestos en la ensoñación de la famosa rubieja a sodomizarla uno tras otro. Sin duda merecería que eso le ocurriese de verdad en el avión en que los sobones Indignados se la trajesen a la Spanish Revolution. Susurraríanle al oido de la boba lo que la santa Comisión de Feminismo portasolera denunciara: tocamientos, abusos, vejaciones, mientras a ésta seguro que hariásele la boca mil aguas. Cualquiera le envía a la Díaz las rimas de Bécquer.
      
     Burda, superexplícita y primaria hipersexualización de la existencia, despojada clamorosamente de la más mínima apelación sentimental pues, -una Enmanuelle infinitamente más grosera que protagoniza luego los más comerciales films- que lleva incluso a promover por todo el mundo milimétricamente las más podridas y delirantes imaginerías… ¡de los agresores sexuales!, de los violadores,  asestando de paso un daño incalculable a la más mínima aspiración a la estricta dignidad de los hombres y de las mujeres, en medio del silencio olímpico de los líderes de opinión sociales, prestos a Indignarse a lo Hessel por cualquier nimiedad a la carta progre que en el camino se les cruce.   
    Obsérvese que sería el secuestro aquí propuesto, no ya el crimen, sino la Acción Perfecta, que a todos sin duda daría gusto, y hasta gustirrinín, un revolutum de diosas y plebeyos en imparable coyunda, de húmedos sueños de todos hechos de golpe realidad, hiperrealidad porno, reallity, claro. Quizás la Milá retransmitiera para el GH 24h, gustosa también, los vaivenes del carnal ayuntamiento. Seguro que Sabina, como asegura Loquillo, otra vez llevaría, bien achanté, las cervezas a los Indignados sobones. Si desde siempre además en las Revoluciones los fines han justificado los medios, es que serían estos ahora irreprochables, en la misma medida en que sarna con gusto no pica.  
      
   Como en una coctelera asombrosa de azar y necesidad, en un agitado convoluto de casualidad y de causalidad,  resulta también que el libre acceso al cambio de sexo para ¡los menores de edad!  háse constituido en ardua reivindicación de los Indignados, que para completo pasmo del mundo entero han recibido ahora el apoyo a lo suyo… de ¡Paris Hilton! y también… de la mujer más rica de España, la ex del señor de Zara.
     Dice la ex del señor de Zara, que sólo posee 4200 millones de dólares para ella solita, que se da también en ella “mucha tentación de estar en el campamento con los Indignados”. Dice a su vez Paris Hilton, esa forradísima heroína de los porno-shows, en entrevista de EL PAIS, que realmente “admira” ella “a estos chicos”, que “yo triunfo todos los días”, y que no pensaba por el momento pernoctar en la plaza del Sol. Paris, Paris, ¿y si se viene Cameron, no te animarías a lo de la Spanish Revolution? ¿Dime, no te tienta también a ti  la Indignación?

jueves, 9 de junio de 2011

Sobeteos, magreos y otros meneos en la Spanish Revolution




      
      
    Vascos y vascas, miembros y miembras, jóvenes y jóvenas, qué extraño no escuchar hasta ahora el soniquete de Indignados… e Indignadas, máxime tratándose nada menos que de toda una Revolución, sensacional happening que ha de hacer realidad de una pura vez y para siempre los más nobles ideales de la ciudadanía. Es posible que algunos Indignados de la base, al comprobar el aura delicuescente en el que púberes canéforas, Indignadas y bellísimas a la vez, suspiran y besuquean al ilustre Cuarto Mosquetero de la Revolución -véase a Don Punset triunfante en la Escandalera de Vetusta- hayan querido a su vez también tocar ellos mismos con las manos su particular trocito del cielo en la tierra.
     Y es que, de entre todos los resplandores cegadores de la maravillosa Utopía, de esa soñadora disposición de hombres y mujeres a ser justos y perfectos, no hay uno más abrasador que el del sueño mítico del Amor Libre, como una simple translación a las costumbres del espontáneo movimiento asambleario. Libre asamblea (es decir barullo creativo/destructivo no sometido a representativa norma) del cuerpo social y libre ensamble (superación del reaccionario concepto de la identidad burguesa) de los cuerpos propios, instrumentos para el placer colectivo de un desatado Eros vivificante y no ya para la severa represión mojigata y pequeñoburguesa. Si era además la coletilla punsetiana el “No paréis”, acaso los Indignados más básicos hayan sentido espoleada su propia llamada a la suprema y esenciasl liberación. Como si, más que al imperativo moral de Kant, y acordes sólo en parte al obamita We Can, obedecieran sobre todo a un libidinoso We Kahn, es decir,  al lascivo imperativo de Kahn, de Strauss Tigre Kahn en el Sofitel de Nueva York,I mean.
     
      Como corresponde a la lógica implacable de los reallitys, de los que la Spanish Revolution mucho, en mi modesta opinión, tiene, tras los colectivos plácemes iniciales por hallarse allí –aquellos festivos cartelitos-, tras encontrarse unos a otros  guapísimos todos y la mar de imaginativos –les parece a ellos el estar cumpliendo un sueño, el de las noches de bohemia y de ilusión- sobreviene luego la regresión a los instintos básicos, o sea, el edredoning sobre la Puerta del Sol Candente.
     Es el hecho cierto que en días pasados la sacrosanta Comisión de Feminismo de los Acampados en Sol ha denunciado en muy tenebrosos términos las situaciones allí vividas: “Las noches aquí en Sol implican TENSIÓN, MIEDO, NO DESCANSAR, TENER QUE LIDIAR –apreciese en su justa medida el arte torero que han de desplegar para salvarse las víctimas frente a los becerros victimarios- con TODO TIPO de situaciones VIOLENTAS y desagradables… Hemos comprobado en NUESTRA PIEL que están existiendo AGRESIONES SEXUALES, SEXISTAS y HOMOFÓBAS –y la gravedad del in crescendo resulta casi insoportable de imaginar-… tocamientos, abusos, vejaciones, contactos sexuales no permitidos, abusos de poder y actitudes paternalistas”.
     
   ¿Cómo pudieron, a partir de los presupuestos más arcangélicos y altruistas,-ah, aquellos lindos cartelitos, “SI NO NOS DEJÁIS REALIZAR NUESTROS SUEÑOS, NO OS DEJAREMOS DORMIR”- producirse situaciones de un género tan aberrante como particularmente odioso, con celoso y sabueso denuedo perseguidas de oficio en similares casos, no en éste, por las Gubernamentales Instancias de la Igualdad Aidiana? Más gravedad aún encerraba lo que después venía: “Estas agresiones no se están visibilizando –es decir, están siendo por la Organización censuradas-, NI HAY CONCIENCIA COMÚN de que solucionarlas es responsabilidad de todas y de todos y una tarea POLÍTICA fundamental. La determinación que hemos tomado ante esto es: NO NOS QUEDAMOS A DORMIR...”.   
     La pública denuncia levantaba así acta de la propia subversión de las mínimas normas éticas de los reallitys: si hasta en éstos intervienen en última instancia la audiencia o los programadores para al menos NOMINAR o directamente EXPULSAR a los eventuales agresores, en la movida portasolera de la Spanish Revolution, son las propias víctimas quienes deben abandonar el gigantesco plató, mientras los propios programadores miran para otro lado y los agresores, lejos de ser arrojados por la Organización, o por la mayoría, a las tinieblas del machismo castrador, campan por su rijo. ¡Soberbio ejemplo revolucionario, vive José Luis Sampedro!
    
     Si al menos don Punset hubiera comparecido al punto para recordarles a todos aquello suyo tan bonito de la Escandalera, su encendido elogio del “intercambio de infecciones y de genes”, “de la nueva manera de pensar” que estaban los Indignados y las Indignadas –doblemente indignadas ahora- alumbrando, hubiera quedado en ese caso todo redondo, hubiéramos entonces respirado tranquilos en estas noches de bohemia y de ilusión, y de la luna llena en la misma Puerta del Sol, como el año que fue, sólo cinco minutos más para la cuenta atrás, que entre gritos y pitos los españolitos, amantes, andantes y lo que sigue y ya  de sobra tú sabes. 

                                                                                                                      

lunes, 6 de junio de 2011

Jose Carlos Carmona, la Spanish Revolution eres TÚ


    
     Comparar al Big Faisán con Little Carmona, el valiente opositor –José Carlos Carmona- que le ha salido a Rubalcaba para disputar las primarias zetapeicas, es ciertamente confrontar el Todo con la Nada. ¿La Nada? Rubalcaba, of course. Treinta y cinco años en exclusiva arracimado a esa droga dura que es el Poder, esa ilusoria sombra de majestad sobre los demás que a la postre, a la vuelta de traiciones y de conjuras sin cuento, sólo en vanas cenizas o en crueles chistes y en amarga soledad siempre se resuelve. Acaso intuyéndolo, y proyectando así la íntima desazón de su propio vacío, bromea por eso don Alfredo con la canción de Amaral, Sin ti no soy nada. En efecto, dejando a un lado su más que vistoso plumaje ¿qué ha sido Rubalcaba –y tantos otros-, descontada su brutal pulsión hacia el Poder?
     Se le ha puesto enfrente un hombrecillo gafudo, feo, bisoño, de vocecilla atiplada, uno de esos a quienes no les quedan bien ni los trajes a medida. Tiene un blog el tío, que con eso queda todo dicho. Es decir, en apariencia una Nada con patas, rayana en lo friki. Un angélico Torrente, vamos. Y sin embargo, más allá de la fachada, si se bucea en la asombrosa Vida, Obra y Milagros de Little Carmona…por los clavos de San Pablo Iglesias… ¡lo ha sido y lo es él Todo!  Se ve que, puestos ya a exprimir a tope los abismos y los paraisos todos de la humana existencia, cual adolescente al que un tigre le rugiera por las venas, quiere ahora darle el joven Carmona (nacido Él en el Año de Gracia de 1963) un tiento también al delicatessen de la Alta Política.
   
     Recorrer la peripecia vital de José Carlos Carmona, la cuajada plenitud de sus logros, es abismarse en la maravilla de la criatura humana y sus infinitas posibilidades, es  asomarse pasmado a los mefistofélicos rasgos de un individuo excepcional, más dotado que Mozart y el da Vinci juntos. No sabe uno, lector, ni por donde empezar las abrumadoras enumeraciones del catálogo de industrias, afanes y bellas artes que el renacentista Carmona a su paso ha ido desgranando.
     Vamos, ahora-que-vamos-despacio y que sólo la contemplación de un retablo de prodigios sin parangón nos espera, a intentar dar cuenta y razón de las obras conocidas de este hombre proteico como pocos, que al mismo Prometeo hubiera dejado turulato. Es preciso, claro, para poder abarcar exuberancia tanta el ir por partes, por “ámbitos”, como él mismo en su blog, con cursileria tecnócrata que, visto el éxito, habrá que imitar, apunta. Eso, vayamos apuntando “la multidisciplinariedad de mi trabajo que se despliega en torno a…” –toma para empezar ya castaña, faisancito-:
    -“En el ámbito de la gestión política” es: miembro del Comité de empresa de la Universidad de Sevilla por UGT, miembro del Claustro de la Universidad de Sevilla, Secretario de Educación y Cultura de la Federación de Artistas del Estado Español, Secretario General y de Comunicación de la Unión de Actores e Intérpretes de Andalucía”, por citar algo.
     -“En el ámbito cinematográfico y teatral” es crítico literario en Canal Sur Radio, fue profesor de la Escuela de Cine de Andalucía, protagonista del largometraje El Proyecto Manhattan, secundario en series de Canal Sur y en montajes de Moliere, Ionesco, Miura, y “etc”, dice él. Actuó sobre todo como profesor en el reallity “Curso del 63” de Antena 3. Claro, qué mejor credencial para aquestos Tiempos de la Mugre que haber protagonizado en la tele un reallity, como a propósito de la Spanish Revolution señalábamos aquí.
     -“En el ámbito Filosófico” es doctor en Filosofía por la Univ de Sevilla, donde fue profesor hasta pasarse a la de Ciencias de la Educación, director de la Tertulia Filosófica del Ateneo sevillano, miembro de la Sociedad Filosófica “Pensamiento y Cultura”, ha obtenido becas internacionales como profesor en universidades extranjeras, ha impartido multitud de conferencias y publicado decenas de artículos en revistas especializadas.
     -“En el ámbito musical” es profesor, es director de la Orquesta Sinfónica Hispalense, de la Orquesta Sinfónica 1º de Mayo, de la Orquesta de Cámara Europea, del Coro de la Universidad de Sevilla, autor del libro “Criterios de interpretación musical”, titulado superior en Dirección de Orquesta y Dirección de Coros, ha ofrecido cientos de conciertos, segunda sinfonía de Mahler incluida, incluso en la sede de la UNESCO, en fin, tiene 5 DVDs en el mercado y 3 CDs en los que Haydn, Brahms y tal y tal desfilan bajo la batuta carmoniana, por mencionar sólo alguno de sus hitos.
     -“En el ámbito literario” –y es ahí, lector mío, dónde ya la pura tirria me corroe hasta causarme vergüenza- es fundador del primer máster en Creación Literaria en la Universidad de sus amores, y autor de 32 libros, entre los que destacan “Sabor a Chocolate” del que se han vendido más de cien mil ejemplares y “Sabor a Canela”, publicada en la mismísima planetaria editorial que  a Millás fizo de oro. Tiene además Carmona el don de los títulos y a los antes citados hemos de añadir “Pararse a pensar”, “Cuentos para después de hacer el amor” y “El arte perdido de la conversación”. Obtuvo el I Premio de Novela de Alfaguara, cuyo jurado, presidido por Arturo Pérez Reverte, ¡personalmente recomendó a la editorial que lo publicase!, con la novela “Una sinfonía concertante”. Y no  ya sólo eso: es que encima en los foros internéticos, anónimos lectores le dejan conmovedores elogios de sus novelas, dotadas, al decir de ellos, de una sensibilidad tan exquisita que hasta les roba el corazón, sin ser capaces de hasta el final dejar de leer sus historias.    
    
      ¿Podría faltarle algo a este pedazo de Monstruo… diodenal, que diría el gran Chiquito? A despecho de su acendrada militancia socialista y ugetista, Little Carmona ha tomado parte también en la gloriosa Spanish Revolution. Confiesa, así, que “he participado ACTIVAMENTE en las asambleas celebradas en Sevilla por los del 15-M”, cuyas propuestas (supongo que la del reparto del trabajo y la de no votar PSOE/PP también) dice defender. “Día tras día pude ver la angustia de jóvenes y personas de todas las edades”. Cuando Chacón aterrorizada desistió, comprendió Carmona que “se desoía la petición de la sociedad que estaba pidiendo que se viera que somos democráticos, que somos humanos…”. ¿Está seguro Little Carmona de ser humano? ¡Si el Superhombre nietzscheano resulta a su lado un alfeñique!
    
     Mamma mía, qué vertigo de malsana envidia ante los resplandores de  fecundidad tan excelsa, de una tan lograda apertura a las plenas potencias del Ser, que de tanto ser, incluso de submarino rubalcabo para “controlar” a las bases podría también a más a más tratarse. ¿La puede alguien siquiera igualar? ¡Pero si al lado suyo el propio Punset pareciera sólo una pulga, bien afortunada, es cierto. ¿Qué puede a todo esto de verdadero peso oponerle Big Faisán?
      ¡Ostras, Little Carmona, you are my hero! ¿Cuántos Little Carmona, tan socialistas como él, daránse entre las Indignadas muchedumbres? ¿Y no podrías tú, dear Carmona, que bien seguro estoy que a ti, vistas tus ubicuas y taumatúrgicas capacidades, esto ha de llegar… recomendar lo mío allá por las editoriales qué frecuentas? Me convierto al socialismo y hasta a la Spanish Revolution si lo haces, te lo juro.