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sábado, 29 de diciembre de 2012

Nunca he sentido igual una derrota


  
   Debía faltar poco para las doce de la noche, si es que no lo eran ya. Llevábamos desde las diez dándole al tema. Tenía que hacer frío, y de lo lindo, en medio del desierto club poligonero, aunque en absoluto lo sentíamos. Bien al contrario, el calor que desprendían mis carrillos empañaba los cristales de mis gafotas de manera para mí vergonzante. Los limpiaba con blancos papelillos sobrearrugados, y a los veinte segundos otra vez se volvían a llenar de vaho. Debía parecer yo un camión achacoso en medio de la niebla.
     
     El caso es que habíamos ganado un peleadísimo set cada pareja y teníamos Javier y yo bola para ponernos 5 a 2 en el definitivo.  Si ganábamos el partido subíamos de grupo y alcanzábamos el brutal –pour muá- puesto 100 en nuestro suburbial ránking padelero (el 100 de entre una lista de 240 parejas de tíos, pues empezamos, tres años ha, desde abajo del todo, desde ese infierno). En ráfaga pensé entonces, joder, ojalá ganemos, qué momento para, en loor de triunfo, como los matadores diestros, cortarme la simbólica coleta del jodido pádel y jugar luego sólo ya festivas pachangas. Sí, le daría un abrazo de maestro torero a Javier y le invitaría a, con tiempo, irse buscando otro compi de fatigas padeleras. Me liberaría de esa agridulce angustia de la idiota competición.
    
     Teníamos enfrente a los Kirpatrick, padre e hijo, que no sé aún por qué les llaman así, siendo ambos dos de Toledo muy naturales. El padre es finústico y largo como día sin pan, pero el hijo de primeras vistas no diríase tal, pues de rechoncho que es, pareciera más bien su escudero. Aunque más que escudero resultaba, mejor dicho, su pinche, ya que no dejaba de pincharle al padre con motivo de los escasos errores que el longo Kirpatrick cometía. Con los yerros propios, mucho más habituales, el pinche escudero juraba incluso improperios aún no escritos, mientras su papito suavemente lo animaba.  Se notaba de lejos que juntan los Kirpatrick  muchas más horas de vuelo padelero que Javier y yo, por más que, con la Fortuna de nuestro lado, teníamos como digo el partido en la mano.
  
   No, no estábamos jugando bien, y los dos lo sabíamos. No nos salía nuestro juego habitual. Entonces, con el 5-2 a punto de nieve, a un paso del ansiado top 100, puede que quizás paralizados por ese redondo espejismo en medio de la fría noche poligonera sin estrellas,  con estrépito...

CON ESTRÉPITO, LECTOR, CONCLUIRÁ MAÑANA ESTA DISCRETA AVENTURA, QUE NO DESEA EL AUTOR CASTIGAR MÁS YA HOY TU  LEGENDARIA PACIENCIA HACIA SU ARTE


         
 


LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)


3 comentarios:

César dijo...

Se barrunta la tragedia. El clásico miedo a ganar que invade el cerebro y se extiende por el brazo. El clásico sentimiento de tomar el trofeo antes de conseguir el último punto..
Pero no adelantemos acontecimientos, la realidad suele ser más prolífica que cualquier ficción...Volead, volead, benditos!

José Antonio del Pozo dijo...

Gracias a Zorrete Robert, a CLAVE,a Winnie0,a MaRiBel, a posodo, a Xad Mar, a Mónica, a Jose Antonio, a Chela, a Neuriwoman, a Cesar, a Jaime, a Pedro J Sabalete, a Juante, a Herep, a George Orwell, a CLAVE, a Mónica, a Sheol13, a Sonja, a Javir, a Old Nick, a Cesar, a MªAsunción Balonga, a Zorrete Robert, a MAMUMA, a El Fugitivo, a Jose Antonio, a Alejandro Perez, a Winnie0, a CLAVE, MTeresa, a Bego, a Napo,a Mónica, a Winnie0, a Pat.mm, a Inmaculada Moreno, a CLAVE, a Napo, a CLAVE, a Cesar, a Javier Tellabeltz, a Winnie0, a Napo, a Laura Caro, a NVBallesteros, a Mónica, a Cesar, a todos, por con brillantez redondear este blog.GRACIAS

Monica dijo...

Uy,uy.Esto no apunta muy bien. Espero a mañana para ver como termina ese padeleo. Saludos