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lunes, 17 de marzo de 2014

Maduro, que duerme como un niño


   Cuánto no se habrá escrito –desde Freud y cía, desde Shakespeare, desde Calderón, desde Sófocles, bah, desde siempre- sobre los sueños como ese recinto nocturno no gobernado por la Razón, no susceptible por tanto de represión, territorio autónomo en el que se proyectan las sombras de todo lo reprimido durante el día. No digamos si además de los sueños de un Déspota, que ostenta buena parte de la condición de su Poder sobre el atropello de los derechos humanos, se trata. Qué de terrores sin tasa, qué terribles fantasmas acusadores, qué monstruosos catalizadores de un oscuro sentimiento de culpa propio no poblarán esos sueños. 
       
   Recordemos a Lady Macbeth, sí, sus manos manchadas de una sangre  imposible de lavar, atormentada y medio loca en mitad de la noche por causa de las horribles pesadillas que la acusan: “¡Perder el sueño, que desteje la intrincada trama del dolor, el sueño, descanso de toda fatiga, alimento el más dulce que se sirve a la mesa de la vida!”.
      
   Quizás imaginando algo de esto, la entrevistadora de la CNN así sondeó a Maduro:
   -Y por último, qué le quita el sueño, qué le preocupa a usted en las noches?
    
   Sabemos el crudo viacrucis que a Venezuela el madurochavismo está obligando a atravesar. La escasez de alimentos y de bienes básicos generalizados, la terrible inseguridad ciudadana, también jurídica, los ataques desde el Poder a la libertad de expresión, la violentísima represión gubernamental a las protestas ciudadanas. Van ya decenas de muertes, el país está patas arriba. Es fácil de imaginar la atmósfera espesa y tenebrosa, el cableado de órdenes y contraórdenes continuo, el desfile de militarotes iracundos, las noticias duras, los alevosos rumores, en esa Casona Presidencial, con las Hijas de Chávez como cercanas brujillas macbethianas de fiestorro al fondo. Cómo no esperar al menos una cierta preocupación en su Sumo gobernante.
   -¿A mí?...  (por un instante traga Maduro saliva, se encoge, serio, un poco de hombros, cual pillo atrapado en travesura… hasta que de golpe rompe en bobas risotadas, como si acabaran de contarle un chiste)…  ¡si yo duermo tranquilo… (jajajajá)… duermo feliz, duermo como un niño…
   -¿en serio?  (increíble la habilidad ahí de la periodista para colocar ese really?, cómo con menos se puede preguntar más).
   -Tengoooo… (ya Maduro se ha rehecho, está ya en presidente bolivariano, el espíritu de un célebre pajarico diríase que ilumina ahora al bigotudo)… tranquilidad… espiritual… y sobre todo la tengo porque sé que he sido leal y que estoy cumpliendo con el legado de ese hombre maravilloso, (aquí la firme palma de la mano incluso lo apunta) de ese gigante de la Historia, Hugo Chávez, y eso me da mucha tranquilidad espiritual.


   Aprendemos entonces que, si dicen que Nerón le daba y le daba a la lira mientras Roma ardía en llamas, en medio del sangriento drama venezolano, en medio del penoso sufrimiento para millones de ciudadanos, su Presidente duerme como un bendito. Ríe y ríe además el Grandote zampabollos al reconocerlo. Ni Sófocles, ni Calderón, ni Shakespeare, ni Freud tenían ni idea. Tieneeee  Maduro tranquilidad espiritual, sobre todo eso, espiritual.




 LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
(Resumen y análisis de la obra en estos enlaces)
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)


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