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sábado, 11 de octubre de 2014

El Consejero papón



   Como una cristalización voluminosa de la importancia que el Partido Popular otorga a una adecuada política de comunicación de los actos de gobierno y de los principios y valores que le mueven, así la estrepitosa intervención del Consejero de Sanidad madrileño, Javier Rodriguez: una sarta de melonadas ofensivas, impropias de un responsable político, sobre la que han caído, con razón a mi juicio esta vez, la bandada de los particularísimos intereses gremialistas en juego.
   
   Que si la enfermera “pudo haber mentido sobre su salud”, que si “tan mal no debía estar para ir a la peluquería”, “que si para explicar cómo ponerse o quitarse un traje no hace falta un máster”, que si “yo llegué a la política comido… que afortunadamente tengo la vida resuelta”, entre otras gruesas perlas del basto collar con el que de lo lindo cual prima donna se lució Rodríguez. ¿Cuántos carísimos y bien comidos también asesores lleva él además adosados al Cargo, que no supieron unas elementales nociones de comunicación pública al señor consejero aconsejarle?
      
   No le sirve a Rodriguez de disculpa el ser médico de profesión, pues es dilatadísima su biografía política, se remonta la misma río arriba por decenios, durante los que muy bien sin duda ha debido comer, pero en los que muy poco de cómo comunicar en público –y menos en situaciones de crisis- ha debido quedársele. Merece inmediato cese, desde luego.
   
   Los locuaces despropósitos en retahíla del consejero Rodríguez poseen valor de síntoma, como digo, del seco desprecio con que los líderes del PP consideran las Políticas de Comunicación, convencidos como parecen estar de que el sólo soberbio actuar suyo obra por sí prodigios entre las mentes espectadoras. No están acostumbrados a explicarse, de manera que, cuando lo hacen, rompen a menudo por necias e imparables bulerías.

    
   Hay un hilo sociológico más de fondo, creo, que en esto diferencia a políticos de derechas y de izquierdas: mientras aquellos suelen basar su discurso y obrar político en la gélida gerencia y en un áspero laconismo cuasi castrense, hasta el más subalterno de los políticos izquierdistas nace, crece, prospera y se establece alrededor de la Palabra y gracias a los Discursos, a cientos de discursos y peroratas varias, de manera que la práctica totalidad de todos ellos son peritos y hasta magos en explicarnos que lo blanco es negro y viceversa, dejándonos los más sueltos con la boca abierta además, tal es su fina destreza con la Palabra en la boca. Llevan así, en la lucha por ganar las conciencias, es decir, en el logro del asentimiento de los ciudadanos, más de medio partido ya ganado.  





  LAS HISTORIAS DE UN BOBO CON ÍNFULAS
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“No soy nada, no quiero ser nada, pero conmigo van todas las ilusiones del mundo” (Pessoa)

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