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miércoles, 20 de abril de 2016

Évole y Otegui, dos hobbits de la Tierra Euskalherríaca. CLAVES



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   Aunque, es verdad, un poco Évole en las preguntas le apretó, lo decisivo de su interviú con el filoetarra Otegui radicó en el haz de cálidas y favorables connotaciones y resonancias afectivas que para ambos artistas las imágenes de la misma –esa tan cuidadosa como entrañable escenificación- desprendieron. ¿Habría presentado en idéntica amanerada forma Évole una interviú con un Líder de extrema derecha? No, nunca, jamás.
     Así podíamos verlos de entrada, hermanados en gesto e indumentaria casual –salvo curiosamente en el detalle de la capucha, que mientras en Évole es recurso arquetípico para fijar su imagen de juglar del Pueblo, en sitio en el que tanto llueve, en Otegui se liquida, sin duda para salvar las cruentas asociaciones terroristas (a lo Sauron) que la prenda tras la cabeza del Líder podría despertar-, cercanos, próximos en aspecto a la gente, enmarcados y plantados con aplomada naturalidad sobre el atávico paisaje, sobre esa Tierra ancestral, amigables criaturas del Bosque diríase, amables hobbits en la Mítica Comarca Filoetarra de las eternas brumas, delante de un robusto árbol –no hace falta insistir en la mítica simbología que en la cultura vasca el Árbol encierra- al que, anótese, primaverales brotes de esperanza le nacen ya.
     Y el resto de la interviú –editada, muy editada- transcurriría ya, cafelito a cafelito, ante el magnífico ventanal con vistas al valle del soberbio salón del Caserío, arquitectónica construcción por excelencia de la idiosincrasia vasca, imbricada a la perfección por tanto en esa memoria colectiva y en ese secular marco natural. Hablaba por sí mismo ese interior primoroso y sobrio a la vez, dominado por labradas y recias maderas oscuras, en el que no faltaba una chimenea crepitante de leños, hasta configurar un escenario atiborrado de connotaciones de una muy humana y acogedora nobleza.
    Ese, agradable hasta lo idílico, marco natural, objetual y personal, que con el prestigio sensorial de lo telúrico a chorros entraba por los ojos y por el inconsciente de los espectadores, fue en el que Évole  envolvió a Otegui para un poco inquirirle. Claro, casi consiguió vendernos así el ex –etarra su, por golosa,  venenosa mercancía: la Paz se debe sobre todo a la izquierda abertzale y a Zapatero… para nada me considero un terrorista… nosotros no somos como ellos.
     El icónico fondo entrañable –lo saben de sobra los expertos en persuasión comunicativa- , con el que se rodea, hasta aureolarlo, al personaje, cuenta mucho más –no digamos ya hoy en día- que las palabras en curso que éste suelte. En contraste, en la interviú con el presidente Rajoy, la imponente producción follonera resaltó espectacularmente los, antipáticos hasta inhumanos, resortes de los engranajes del frío Poder: los teléfonos, las pantallas, las carpetas, la mesa oficial, la gélida estancia. En el previo tete a tete de pie, en el que se remarcaba en imagen el duro asfalto frente a los jardines, muy otra, esquiva, inquieta, escorada, fue la disposición gestual y corporal del Conductor hacia el entrevistado, que así resultaba cuestionado.
   Y es que -la realidad, la realidad- tanto y tantísimo aborrece Otegui la violencia que… ¡al día siguiente! corrió a prestar su querida presencia a una Marcha en favor de los más sanguinarios criminales etarras NO arrepentidos.   
    

       

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Manipulas, deja esa insana obsesion y sal a la calle a que te de el aire

César dijo...


La verdad es que se concedió un tiempo precioso de tv a alguien que en absoluto lo merece y cuya opinión, en la mía humilde, a bien pocos interesa.

http://nuncaestardesilachicallega.blogspot.com.es/2016/04/a-quien-favorece.html

José Antonio del Pozo dijo...

Gracias por tus palabras, por tu aportación, César, cordiales saludos